jueves, 19 de septiembre de 2013

Isidoro Américo Lugo Herrera


Isidoro Américo Lugo Herrera

Nació en la ciudad de Santo Domingo el 4 de abril de 1870, en la calle Sánchez esquina El Conde. Fueron sus padres Tomás Joaquí­n Lugo y doña Cecilia Herera. Murió el 4 de agosto de 1952 en la misma ciudad que lo vio nacer.


Discí­pulo amantí­simo de Eugenio Marí­a de Hostos, gran parte de su conducta cí­vica está inspirada en las prendas de la moral social del sabio maestro puertorriqueño. El hecho de no haber conciliado el modelo hostosiano de finales del siglo XIX, con una visión ecléctica al modelo dominicano del siglo XX fue su gran tragedia, aislándolo de toda posibilidad de participación en un eventual proceso de transformación ética con la participación de sus mejores hijos. Finalmente su hogar le sirvió de refugio, aislándose del mundo exterior.

Abogado de un prolongado ejercicio, ensayista como historiador, fue el primero entre nuestros investigadores en recibir oficialmente el encargo de explorar los archivos europeos, especialmente el de Indias, en procura de poner a disposición de los historiadores locales y extran jeros las fuentes primarias de nuestro pasado colonial. Gran parte del resultado de esa labor, realizada en condiciones un tanto artesanal, por no disponer entonces de los actuales recursos técnicos para llevar a cabo este tipo de trabajo, consiste en 97 libretas que contienen importantes informaciones acerca de la historia dominicana, 7702 papeletas y unos 957 documentos. En 1938 se inició su publicación, comenzando en el No. 1 del Boletí­n del Archivo General de la Nación.

La Misión Lugo, dispuesta por el asesinado presidente Ramón Cáceres, se inició en 1911 y se extendió hasta 1916. Durante ese perí­o do exploró los archivos y la Biblioteca Nacional de Francia; el Archivo Histórico de Madrid, el Archivo General de Indias, de Sevila, así­ como la Biblioteca de la Ciudad de New York y la Biblioteca del Congreso, con sede en Washington.

Ejerció el periodismo como tribuna para exponer sus ideas al ser vicio de los mejores intereses de la patria. Fue un nacionalista insobornable, hasta llegar a constituirse en un verdadero paradigma por su vida ejemplar.

Los editoriales del periódico Patria, fundado por don Américo en 1922 en San Pedro de Macorí­s, son ejemplo de sus condiciones cí­vicas y éticas. El mismo espí­ritu se refleja en los artí­culos aparecidos en el Listí­n Diario, en El Nuevo Régimen, en El Progreso, en La Cuna de América, en Letras y en El Tiempo, así­ como en todos los demás medios nacionales y extranjeros en los que escribió durante su vida activa como profesional del derecho y escritor de fino estilo y de pensamiento aleccionador.

La tragedia de ciudadanos de la estatura moral del doctor Américo Lugo ha consistido en pensar que nuestro paí­s ha debido ser como ellos lo concebí­an y no como realmente ha sido. De ahí­ su frustración y su incapacidad para sortear las vicisitudes, permitiendo con su ausencia el predominio de los mediocres, lastre que ha contaminado nuestro anómalo proceso histórico desde Juan Pablo Duarte hasta nuestros dí­as.

Del Dr.Américo Lugo se ha dicho que por su carácter de reciedumbre inquebrantable, es muralla de cí­vicas virtudes y trinchera de patriotismo inmaculado. Esto explica su actitud ante la intervención militar norteamericana de 1916. Ese acto de fuerza, contraviniendo los más elementales principios consignados en los Convenios internacionales, debí­a ser denunciado en todos los escenarios donde tuviera cabida el derecho y la justicia. Y así­ lo hizo, a riesgo de su libertad y de su propia vida.

Su campaña periodí­stica y sus disertaciones en contra de este insólito hecho motivó en 1920 que la llamada Alta Comisión Militar lo detuviera como a tantos otros patriotas, pero su verticalidad fue de tal magnitud que desconcertó al organismo opresor, al punto que aplazó la causa y el fallo no fue pronunciado y se le concedió la libertad mediante el pago de una fianza de $300.00.

El apreciado periodista venezolano radicado en nuestro paí­s, Horacio Blanco Fombona, comentó el 12 de septiembre de 1920, en las columnas de la revista Letras que él dirigí­a: "Es esta una muralla más inaccesible que la china, tras la cual se coloca el reo, y coloca también al paí­s al colocarse él". Y Peña Batle: es "paradigma de dominicanidad. Maestro y guí­a de su generación".

Esa misma actitud ireductible acerca de la intervención militar norteamericana de don Américo puede verse en los lineamientos programáticos del Partido Nacionalista, cuyos estatutos elaboró y cuya presidencia ostentaba en 1925.

Pero como se suele decir que genio y figura hasta la sepultura, con ese mismo espí­ritu rechazó directamente a Rafael Leonidas Trujilo Molina, a través de una carta del 13 de febrero de 1936.

En una carta anterior, también dirigida al generalí­simo Trujilo Molina, el 4 de abril de 1934, le expresa la imposibilidad de aceptar ningún cargo oficial, ya que se habí­an hecho ofertas en ese sentido, "no solo a causa de mi estado de salud, sino también a causa de mi convicción de que el pueblo dominicano no constituye nación".

Representó el paí­s en diferentes congresos y conferencias internacionales, en las cuales demostró su competencia

Su variada bibliografí­a bien puede ser considerada como modelo de voluntad y de dignidad. El 18 de julio de 1935 suscribieron el Dr. Américo Lugo y el Gobierno dominicano un contrato por US5,000 para escribir una Historia de la isla de Santo Domingo, desde el descubrimiento hasta 1899, pero a Trujilo se le ocurió decir el 26 de enero de 1936, durante la inauguración de un acueducto y un mercado en la comunidad de Esperanza, que él habí­a confiado a Lugo "escribir, en calidad de Historiador Oficial, la historia del pasado y del presente", aseveración que Lugo rechazó tajantemente. Entendí­a que "historiógrafo e historiador oficial huele a palaciego o cortesano, y yo soy la antí­tesis de todo eso", y, además, para él "la virtud y la ambición son en principio incompatibles".

Durante el oprobioso régimen del tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina mantuvo una actitud de abierta oposición. Amenzado y vigilado se vio en la necesidad de vivir prácticamente encerrado en su hogar. Muchas veces fue invitado para que aceptara cargos públicos y rechazó cada una de esas invitaciones.



Su obra, en total, comprende unos 26 tí­tulos, entre otros:

A punto largo (1901), donde dejó consignado que "gobernar es amar"; Heliotropo (1903; Ensayos dramáticos (1906); Bibliografí­a (1906); Camafeos (1919); Los restos de Colón (1927); Baltazar López de Castro y la despoblación del nor te de la Española (1947); Recopilación diplomática relativa a las colonias francesa y española de la isla de Santo Domingo (1640-1701), tomo tercero de la Colección Trujilo (1944); Américo Lugo. Antologí­a. Selección, introducción y notas de Vetilio Alfau Durán. Librerí­a Dominicana (1949); Antologí­a de Américo Julia, compilada por Julio Jaime Julia; tres tomos (1976-1977-1978): Edad Media de la Isla Española. Historia de Santo Domingo, desde el 1556 hasta 1608. (1952).
Con atributos más que sobrados se inserta don Américo en los volúmenes XIV-XV-XVI de la Biblioteca de Clásicos Dominicanos, presentados por la autorizada pluma del Lic. Roberto Cassá, quien considera que "Lugo incorporó a plenitud las enseñanzas de Hostos, liberales, democráticas y racionalistas".
Con esas ideas vivió y con ellas bajó a la tumba Acosado por el régimen Trujillista y marginado por muchos que una vez fueron sus amigos íntimos, casi en la miseria, murió en Santo Domingo el 4 de agosto del 1952, en un ambiente de soledad, casi inadvertido.


Fuentes

No hay comentarios:

Publicar un comentario